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Capítulo III - Sangre de Traidor

     Se vio a sí mismo en una profunda oscuridad. Un sonido rompió la monotonía, ¿sería movimiento de ropas?, quizá alguien le acechaba. Estiró el brazo para tomar la espada, pero su cuerpo no se movía, como si una fuerza fuera de este mundo impidiera que sus músculos obedecieran toda orden. Inmóvil allí volvió a escuchar el movimiento, esta vez seguido de voces que susurraban, parecía una conversación. Sintió una fiebre que le hizo temer que su sangre fuese a hervir.      Todo allí, en la oscuridad.      El tiempo se le escapó de la cabeza y tuvo la sensación de despertar de un sueño oscuro solo para entrar en otro, lo cual ocurrió incontables veces, hasta que por fin despertó en la realidad.      Vio un gran candelabro colgando del techo.      «Ese fuego es mágico», fue su primer pensamiento al ver las llamas azuladas y violetas bailando sobre las velas.      Alguien se encontraba ...

Capítulo II - Lluvia de Sangre

  El interior del santuario no parecía muy amplio. Tenía dos corridas de bancas largas, en lo costados había figuras humanas hechas de piedra con un algunas velas todavía encendidas, varios pilares sostenían la estructura y al fondo de todo estaba el altar tras el cual probablemente se solía parar alguna autoridad religiosa. La iluminación desde abajo y el movimiento de las llamas parecía distorsionar los rostros de las estatuas, dándoles un aspecto poco tranquilizador. «Dame la bendición de una noche silenciosa, princesa D'Almaria», decía en su interior mientras ingresaba al santuario. Cada paso que Anatol daba se sentía como una eternidad. No quería que las piezas de las grebas, u otras partes de la armadura, chocaran entre sí y alertaran de su presencia. En algún momento notó que incluso su respiración se había adaptado al ritmo de sus pasos. No le costó retomar el rumbo, las manchas de sangre se arrastraban por el suelo empedrado e iban en dirección a una puerta entreabie...

Capítulo I - Una lanza solitaria

“Solo puedo esperar que esta carta llegue a manos de mi señora, la princesa D'Almaria o, al menos, a las de alguien que sirva en su castillo. Fui despachado junto con la Unidad VI, compuesta solo de humanos, para investigar y patrullar el río que limita su territorio al suroeste, el llamado “Canal de la Ira”. Cuando llegamos hasta acá, el pequeño pueblo asentado en las riveras del Canal se hallaba totalmente abandonado. Cada edificio fue revisado y, si bien las construcciones no mostraban evidencias de haber sido dañadas en algún combate, pudimos ver restos de lo que parece ser sangre seca a lo largo de todas ellas. Las cantidades eran alarmantes, al menos en la opinión de quienes lo presenciamos. A pesar de no haber cadáveres, manchas tan abundantes permiten asumir la muerte de una gran cantidad de pobladores. El ataque llegó durante el ocaso. Como podrá asumir por el remitente de esta carta, el capitán Dragomir no sobrevivió, compartió el mismo destino que otros doce, ...